María de la O Lejárraga García nació en San Millán de la Cogolla, La Rioja, en 1874. Su familia, de clase acomodada, le proporcionó una educación que completó en Madrid en la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, institución de la cual sería más adelante profesora.
Por entonces, España era un país inmovilista y retrasado. Mientras el mundo occidental se movía y las sufragistas empezaban a reivindicar el voto y la voz para la mujer, aquí se vivía aún anclado en un concepto de la feminidad y la familia impuesto por la jerarquía eclesiástica y las asociaciones católicas.
A pesar de todo, en 1876 se fundó la Institución Libre de Enseñanza, puntal básico para la modernización de nuestro país, desde donde se dio por hecho que sin cultura no habría progreso
. Había que sacar a los ciudadanos de su miseria intelectual; y es que a principios del siglo XX el 70% de los españoles eran analfabetos. Este desesperado afán de modernidad fue la lucha de los intelectuales de la generación del 14 (Gregorio Marañón, Fernández de los Ríos, Clara Campoamor, María Maeztu, Azaña…) y también de María Lejárraga. Todos ellos y algunos más hicieron avanzar este país algunos siglos en la breve y fulgurante Segunda República. Pero hasta llegar a ese punto el ambiente, sobre todo para la mujer era irrespirable; la emancipación de la mujer se consideraba algo aberrante y a las que lo reivindicaban se las tachaba de excéntricas y desequilibradas que habría que encerrar en manicomios o correccionales. En este entorno vivió María Lejárraga.
. Había que sacar a los ciudadanos de su miseria intelectual; y es que a principios del siglo XX el 70% de los españoles eran analfabetos. Este desesperado afán de modernidad fue la lucha de los intelectuales de la generación del 14 (Gregorio Marañón, Fernández de los Ríos, Clara Campoamor, María Maeztu, Azaña…) y también de María Lejárraga. Todos ellos y algunos más hicieron avanzar este país algunos siglos en la breve y fulgurante Segunda República. Pero hasta llegar a ese punto el ambiente, sobre todo para la mujer era irrespirable; la emancipación de la mujer se consideraba algo aberrante y a las que lo reivindicaban se las tachaba de excéntricas y desequilibradas que habría que encerrar en manicomios o correccionales. En este entorno vivió María Lejárraga.
María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra |
A los veintiseis años se casó con Gregorio Martínez Sierra. Por entonces, María trabajaba como maestra al tiempo que “colaboraba” con Gregorio en los libros que él publicaba. Suele decirse que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, en el caso de María se cumplió a pies juntillas, pero solo en lo que a ella se refiere. El que llegaría a ser un célebre dramaturgo, firmaba como tal las obras que su mujer escribía en la sombra, disfrutando de la fama con naturalidad. Aunque hay que reconocerle a Martínez Sierra sus dotes como gestor empresarial y que fuera también el promotor de revistas de la talla de “Renacimiento” o “Helios”, que fueron plataformas de difusión del Modernismo en España, claro que era María quien redactaba los artículos.
En 1908 María pide la excedencia en la enseñanza ante la intensidad de su actividad literaria y es en ese momento cuando escribe Canción de Cuna, con la firma de su marido, con el que obtienen el premio a la mejor obra dramática de la Real Academia de la Lengua. Un año después, su novela Tú eres la paz, constituyó un best-seller. Y el 21 de febrero de 1911 se estrenó en el teatro Lara Canción de cuna, que supuso un éxito en la carrera teatral de la firma Martínez Sierra. María continuó escribiendo y traduciendo (Shakespeare, Ionesco, Sthendal, Sartre, Ibsen o Maeterlink), y de su pluma salió también Granada (Guía emocional), considerada como una de las mejores guías de viajes, y que por supuesto firmó su marido.
Pero María tenía clara su autoría: “Los hijos de nuestra unión intelectual no llevarán más que el nombre del padre”. Incluso llevaron “el nombre del padre” -y esta es la parte más fascinante de esta historia increíble-, cuando a partir de 1917, María empieza a escribir ensayos, conferencias y libros feministas, todos con la firma de su marido, donde denuncia públicamente la situación que vive en la realidad:
"Las mujeres callan porque, aleccionadas por la religión, creen firmemente que la resignación es virtud; callan por miedo a la violencia del hombre, callan por costumbre de sumisión; callan, en una palabra, porque en fuerza de siglos de esclavitud, han llegado a tener el alma de esclavas".
Cuando la pareja está en la cumbre de su éxito profesional, Gregorio entabla una relación sentimental con la joven actriz Catalina Bárcena. María totalmente abatida, tras un intento de suicidio, decide aguantar en su matrimonio; por un lado, ella no pierde la esperanza de recuperar a su marido y, por otro, su marido la retiene por temor a perder su prestigio sin una colaboradora tan eficaz y necesaria. Así, María continúa escribiendo y compartiendo a su marido en silencio.
María, M. de Falla y J. Turina |
María Lejárraga y J.Ramón Jiménez |
La ruptura matrimonial llegará en 1922 tras el nacimiento de una hija de Gregorio con Catalina Bárcena. Será entonces cuando María se marcha a vivir a Francia, pero siguió escribiendo para su marido y manteniendo el silencio hasta el final. Las cartas de Gregorio son patéticas, le pide textos y más textos como si María fuera una máquina; no solo le pide obras de teatro, también quiere artículos de prensa, conferencias, e incluso notas necrológicas (como la de la muerte de Luca de Tena).
Será en 1930 cuando María Lejárraga abandonará totalmente la escritura teatral. La proclamación de la República vino a sacarla de un estado de depresión en el que vivió sumida tras la ruptura con Gregorio. En ese momento se afilia al Partido Socialista; y mucho más: da conferencias en el Ateneo y en las Casas del Pueblo, crea la Asociación Cívica, preside el Patronato de Protección a la Mujer, llega a ser diputada por Granada en la legislatura de 1933… Una actividad frenética, llena de ilusión y compromiso,
Tras la guerra civil, Gregorio se marcha a Argentina con Catalina Bárcena, se despreocupa de María y no le envía el dinero de sus obras. María, por su parte marchó a Francia donde vivió la Segunda Guerra Mundial, ocultándose de los nazis (perseguían a los republicanos españoles), padeciendo hambre, miseria y casi ciega por una doble catarata. En 1945 algunos amigos consiguieron localizarla y se la llevaron a EEUU.
María Lejárraga sólo luchó por la autoría de sus textos cuando la hija de Martínez Sierra y Catalina Bárcena reclamó los derechos de autor de sus obras. La escritora vivía desde hace tiempo olvidada en el exilio en Buenos Aires. Fue entonces cuando ella escribió unas memorias, Gregorio y yo. Medio siglo de colaboración, en las que desvelaba en parte aquel montaje engañoso. Fue así como el 50% de los derechos de las obras escritas por María pasaron a ser de la hija de Bárcena. Pero continuó obstinada en permanecer en la sombra .
El plagio de su marido no fue el único que sufrió María Lejárraga. Ya en EEUU, para poder vivir llevó un guión a Walt Disney titulado 'Merlín y Viviana', pero no tuvo noticia del texto. Poco después vio en el cine la película La dama y el vagabundo inspirada claramente en su historia.
Murió en Buenos Aires, lúcida y activa el 28 de junio de 1974, pocos meses antes de cumplir los cien años. Fue una mujer independiente, muy moderna y feminista, por muy increíble que esto pueda parecer. Lo cual no quiere decir que emocionalmente no se viera atrapada por su marido más allá, tal vez, de lo que ella hubiera deseado. Es difícil analizar los secretos del corazón...
La figura de María Lejárraga fue rescatada por Antonina Rodrigo en 1992 de un olvido al que vivió condenada como muchos otros intelectuales que, como ella, se vieron obligados a la diáspora tras la guerra civil.
Este apunte tiene como base la obra de Antonina Rodrigo. María Lejárraga: una mujer en la sombra, Algaba 2005
Muchas gracias por compartir una historia tan inspiradora.y, sobre todo, tan bien expuesta. Toda una revelación, ¡una mujer excepcional! Encantada de haberos encontrado, os seguiré de cerca.
ResponderEliminarGracias, Blanca. Encantados nosotros de haber acertado y de que hayas disfrutado del apunte de María Lejárraga, una mujer tan admirable como desconcertante.