Por Esperanza Goiri
Todas las personas estamos indisolublemente vinculadas a nuestros recuerdos y experiencias, pero hay enfermedades como el Alzheimer y otras demencias que enturbian la memoria. Esas lagunas en nuestro pasado dificultan la adaptación al presente y nos impiden hacer frente al futuro.
En los centros de día y en las residencias de ancianos es muy frecuente la utilización de la llamada Terapia de reminiscencia. ¿En qué consiste esta terapia? Es una forma de “ir al recuerdo”, de revisar la vida de una persona mediante el encadenamiento de los sucesos trascendentales que han ocurrido en su existencia.
Esta terapia tiene su origen en los trabajos que en 1963 Butler realizó sobre la “Revisión de la vida” (que involucra la evaluación de la memoria personal con un terapeuta como oyente) y que Butler describe como un proceso mental que ocurre de manera natural, a través del cual emergen a la conciencia las experiencias pasadas.
Esta terapia tiene su origen en los trabajos que en 1963 Butler realizó sobre la “Revisión de la vida” (que involucra la evaluación de la memoria personal con un terapeuta como oyente) y que Butler describe como un proceso mental que ocurre de manera natural, a través del cual emergen a la conciencia las experiencias pasadas.
La activación y evocación de recuerdos positivos y agradables estimula la función cognitiva y permite al anciano mantener su identidad. Además se mejoran sus habilidades sociales, emocionales, comunicativas y de relación. En un ambiente propicio y relajado que facilite la conversación y la reflexión se evocan tiempos pasados que enlazan con el presente. Cuando alguien comparte sus experiencias, vivencias y sensaciones se siente reconfortado, escuchado e importante, lo que eleva su nivel de autoestima y reafirma su personalidad. Todo ello redunda en una mejora de la calidad de vida y una mayor autonomía e independencia en el día a día.
Se trata de activar los recuerdos y sentimientos mediante un estímulo (una foto, una canción, una carta, un olor…) A través del diálogo y la evocación van surgiendo experiencias vividas que se comparten con el interlocutor. Se busca romper el aislamiento emocional del paciente e ir confeccionando la historia de su vida y una cronología que le facilite asumir el paso del tiempo y conectar con su realidad actual.
El objetivo es potenciar la memoria episódica autobiográfica (los recuerdos personales) y la memoria semántica (que contiene los conocimientos sobre datos históricos relevantes), así como rememorar los sucesos personales con la mayor claridad posible, experimentando las emociones vinculadas a esos recuerdos.
La Terapia de reminiscencia es apropiada en las fases leves y moderadas de las enfermedades neurodegenerativas, casos de deterioro cognoscitivo leve o problemas de memoria asociados a un envejecimiento normal.
La reminiscencia, como práctica terapéutica, puede utilizarse tanto en sesiones individuales como grupales. Cuando las sesiones son colectivas, la intervención de amigos, familiares o cuidadores dinamizan y enriquecen el contenido argumentativo del acontecimiento. El anciano recuerda y evoca, se relaciona socialmente, interactúa y recibe otra perspectiva de sus propias experiencias. Se siente protagonista: ya no es el abuelo pesado contando sus “batallitas”. Por el contrario, sus andanzas y aventuras son celebradas, valoradas por los oyentes, produciéndole una sensación de bienestar y reafirmación muy importantes en esta etapa de la vida en que muchas personas mayores se sienten “trastos inútiles”.
Estudios sobre la reminiscencia han demostrado que el recuerdo sobre los acontecimientos en los años medios de la vida es más pobre que el de la infancia, adolescencia y primera etapa de la vida adulta.
Lógicamente, no siempre los recuerdos y experiencias que jalonan la vida de cualquier persona son agradables o buenos. Todos padecemos sucesos y momentos tristes, dolorosos e incluso traumáticos. Por ello, se debe indagar previamente en la historia personal del sujeto para descartar y evitar dichos acontecimientos que podrían repercutir negativamente en su estado anímico actual.
En definitiva, como decía Jorge Luis Borges: Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.
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