Señales en el horizonte

Por Marisa Díez

Imagen del rayo verde en California. El Universo hoy.



Me pareció distinguir un destello de luz verde al final del atardecer, con el sol a punto de esconderse en el horizonte. Un instante nada más, pero el reflejo lo percibí a lo lejos mientras apartaba la vista de los últimos rayos de sol, que amenazaban con cegarme. Algo se removió en mi interior y sentí cómo una mano intangible se posaba sobre mi hombro y me decía que era necesario conservar la calma.

Días atrás, había tenido un sueño extraño durante la noche. Encontraba la casa de mi madre completamente en obras. Al llegar allí, como cada día, la puerta de la calle estaba abierta y, en la entrada, uno de los albañiles me impedía el acceso hasta que la reforma estuviese completamente terminada. No quedaba en pie nada más que el pasillo, porque el resto había quedado reducido a escombros. Tenían que volver a levantarlo todo de nuevo. El obrero, al que no conocía, me explicaba sin pestañear que cuando terminasen la obra, aquella casa no la reconocería nadie porque no tendría nada que ver con la anterior. Entonces me dirigí, asustada, a casa de mis vecinos, los de toda la vida, y pude comprobar con alivio, que allí todo seguía igual que siempre. Eran los únicos en todo el bloque que mantenían intacta su vivienda, porque los seis pisos restantes de los que consta el edificio habían cambiado de repente toda su fisonomía, resultándome completamente extraños. Me desperté sobresaltada y un poco aturdida, con una intensa sensación de angustia que me duró el resto del día.


Dicen que todos los sueños tienen su significado, algo que empecé a vislumbrar tan sólo unos días después. El capítulo semanal de una serie de televisión que sigo desde hace años se refirió a la existencia del rayo verde, aquel último destello que sólo algunas personas pueden llegar a distinguir en el momento final de un atardecer. La primera descripción se la debemos a Julio Verne: “Si existe el verde en el paraíso, no puede ser más que este verde, que es, sin duda, el verdadero color de la esperanza”. Y a partir de entonces surge la leyenda. Algunos piensan que si dos personas son capaces de percibirlo a la vez, estarán predestinadas a vivir enamoradas el resto de sus vidas. Otros creen que en el mismo instante en que esa luz se hace presente, un alma está volviendo a la tierra desde el reino de los muertos.

Leyendas aparte, continué dando vueltas al significado de mi sueño, para el que encontré diferentes versiones. Algunas me gustaban; otras simplemente las rechacé por inconvenientes y dolorosas. Y no me preguntéis por qué, pero tuve clara la extraña relación que unía mi sueño con el reflejo verde del atardecer. Mi natural agnosticismo en cuestiones de fe me impide aceptar cualquier referencia a la reencarnación de las almas. Yo sólo creo en las señales, que debes ser capaz de interpretar. Tampoco sé quién las envía, ni el lugar exacto donde van a aparecer, pero me gusta pensar que se reciben en el momento en el que nadie más que tú las puede entender, y me entretengo pensando quién, de entre todos los que se marcharon, se esconde tras ellas. También es posible que todo sea fruto de mi imaginación y la luz verde sólo se viera reflejada en mi subconsciente. Pero algún suceso a mi alrededor, en aquellos días, me confirmó que siempre es posible construir de nuevo lo que ahora está en ruinas, aunque para ello sea necesario empezar de cero. Únicamente tienes que parar un momento y buscar el rastro que deja el último rayo antes del anochecer. Si te fijas bien, seguro que eres capaz de distinguirlo.


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